La violencia contra las mujeres es un grave problema social a nivel mundial. La Organización Mundial de la Salud (OMS), en el 2016 estima que aproximadamente una de cada tres mujeres en el mundo ha vivido algún tipo de violencia física o sexual, siendo la pareja la persona agresora en la mayoría de estos casos.
En particular, en México, se estima que el 47% de las mujeres sufrió algún incidente de violencia por parte de su pareja (esposo o pareja, exesposo o expareja, o novio).
Hablando de mujeres casadas o unidas, el 35% son víctimas de violencia de pareja. En tanto, 4 de cada 5 de las mujeres separadas o divorciadas reportaron situaciones de violencia durante su unión y 30% continuaron padeciéndola, por parte de exparejas, después de haber terminado su relación.
El hecho es que las mujeres, por el hecho de ser mujeres, vivimos una serie de violencia y violaciones a nuestros derechos humanos desde nuestro nacimiento hasta la muerte.
Es por eso que este artículo está destinado para todas, para toda aquella que se identifique como mujer, porque al ver tan altas y alarmantes cifras de violencia en contra de nosotras, es imposible delimitar para que grupo de mujeres están dirigidas estás palabras, ya que la violencia de pareja no distingue entre edad, nacionalidad, raza, ocupación, estado civil, ni situación económica.
La violencia de pareja es algo que la mayoría de mujeres, jóvenes y adultas, conocemos o hemos experimentado.
Desde niñas, crecimos y fuimos educadas bajo una sociedad machista y misógina. Al hablar de la violencia contra las mujeres, el concepto de la igualdad de género es fundamental, puesto que la sociedad actual nos ha llevado a una situación en donde las mujeres han vivido en permanente subordinación. Todo comenzó con cuentos de princesas, en los cuáles el hombre; fuerte y valiente, nos tenía que rescatar y proteger de cualquier mal, esto incluso sin importar que nosotras mismas pudiéramos hacerlo.
Estos son comportamientos heredados de una cultura dominante en donde los roles, funciones y valoraciones impuestas a cada sexo a través de la socialización son mantenidos y reforzados por la ideología, la cultura y las instituciones patriarcales.
Estos son en su mayoría, patrones repetidos desde el seno familiar, ya que según el Anuario de Morbilidad de la Dirección General de Epidemiología, en México, la presencia de la violencia en las familias se expresa en cifras más altas cada año.
Esto se ve reflejado, en los niños, pero más aún, en las relaciones adolescentes, que después se convierten en relaciones adultas.
De acuerdo a datos de la OMS, 3 de cada 10 adolescentes denuncian que sufren violencia en el noviazgo. En el caso mexicano, 76% de las adolescentes entre 15 y 17 años ha sufrido violencia psicológica, 17% sexual y 15% física. Encuesta Nacional sobre Violencia en el Noviazgo (ENVIN).
Una vez más, en vista de las altas cifras y lo común con lo que se presentan actos de violencia en las relaciones, quiero aprovechar este espacio para recordar a todas las mujeres que el amor no duele, y si duele, no es amor.
El amor no oculta, no chantajea, el amor no engaña, no ignora, el amor no cela, no culpabiliza ni descalifica, tampoco ridiculiza ni ofende, mucho menos humilla o intimida.
Si te amenaza, no es amor. Si te controla, no es amor. Si te prohibe, no es amor. Si te golpea “jugando”, no es amor. Si te empuja o jalonea, no es amor. Si te destruye, no es amor.
Estamos tan acostumbradas a normalizar estás conductas, a perdonar por amar, a justificar el mal actuar, incluso a culparnos por los demás.
Este artículo es para la adolescente que dejó de usar una falda porque su novio se lo prohibió. Es para la preparatoriana que paró sus estudios porque un hombre se lo pidió. También es para la universitaria que desvalidó sus conocimientos porque su pareja se molestó. Es para la esposa que aguantó infidelidades por no saber como manejar la presión. Es para la mamá que silenció su dolor, por miedo y por recibir una pensión. Es para la mujer que escondió los golpes, por pena o desaprobación. Es para quién cerró los ojos sin poder dar un último adiós. Es para todas las que hemos sentido lo que son la desesperación y el temor.
Aunque pareciera que sí, no está de más decir, que a la primera señal de violencia, aún está parezca mínima, como mujeres del siglo XXI, tenemos la responsabilidad social de alejarnos de quién en un futuro, podría convertirse en nuestro agresor.
Demostremos a la sociedad que no sólo hoy, el Día Internacional de la Mujer, sino de manera permanente, seremos un paradigma y un faro con la altura suficiente para guiar, a niñas y adolescentes, a vivir una vida libre, sin violencia y con relaciones sanas.
No permitiremos que nos lastimen más, de ser necesario, volveremos a hacer las reglas. Cada cicatriz es la raíz de las flores que en nosotras han de surgir. No escuches más palabras que destruyen. Cuándo tu corazón te dice «no te quedes», ¡huye!
Artículo inspirado en la canción “cuándo es amor” de Alejandra Zéguer.
-María Fernanda Sánchez Moreno.