Cuando el ex primer ministro británico Neville Chamberlain pronunció en un
discurso “En la guerra, cualquier bando puede llamarse vencedor, pero no hay
ganadores, todos son perdedores”, estaba lejos de saber cómo son las guerras en
el siglo XXI.
Tomemos el caso de Gaza en estos momentos. Desde el 7 de octubre del año
pasado, los incidentes catastróficos no han hecho otra cosa que detenerse:
familias destruidas, vidas inocentes asesinadas, hospitales, escuelas y centros de
salud reducidos a cenizas. Un genocidio en toda la extensión de la palabra. Con
un panorama de tal magnitud, es difícil imaginarse que alguien pueda beneficiarse
con tantos actos de crueldad. ¿La cruda realidad? Sí lo hacen.
Según la revista Forbes, Lockheed Martin, principal contratista de defensa
estadounidense y la compañía más grande en exportación de armas, ha
presentado su punto más alto en la valoración del mercado desde el 2020 en que
negoció el contrato de armamento completo al ejército ucraniano. Ahora, con el
caso específico de la guerra en Gaza, el propio sitio de la empresa declara que
desde el 2004 han tenido negocios armamentísticos con el gobierno israelí y
compañías de defensa del mismo país de alrededor de 1.45 billones (mil millones)
de dólares y que, gracias al conflicto con Palestina, en el último recuento, la cifra
ha alcanzado los 4 billones.
Sin embargo, las compañías de armas no son las únicas beneficiadas con el
conflicto. Existen compañías de energía, hidrocarburos y combustibles fósiles
cuyos beneficios han sido considerables. Según el sitio The New Republic, el
mejor ejemplo de esto es Shell. Esta empresa ha logrado que sus diversificadas
operaciones, incluyendo tanto la petroquímica como los combustibles, le
permitieran obtener ganancias a pesar del conflicto. Estos factores, combinados
con su cadena de suministros transoceánica y la venta directa de combustible en
la maquinaria militar, le han dado a Shell una capacidad casi única para mantener
e incluso aumentar sus valores en medio de la crisis.
Otro ejemplo es el de Mekorot, una empresa israelí que actualmente ostenta el
título de la mayor proveedora de agua en la región con un abastecimiento del 80%
de agua potable. Al tener un contrato exclusivo con el gobierno es fácil advertir
que iba a obtener ganancias en el conflicto, pero de lo que se habla poco es de su
monopolio hídrico en la región. Ha perforado pozos de manera sistemática en el
territorio ocupado para suministrar agua con fines domésticos, agrícolas, militares
a industriales. Claro, también vende a compañías y poblaciones palestinas, pero a
precios determinados por autoridades israelíes, oscilando entre los 4 y 10 dólares
por litro.
Las guerras y los conflictos bélicos nunca serán realmente justificables cuando se
pueda alcanzar la paz por otros medios, pero esta reflexión moral es nula cuando
las compañías y gobiernos se pelean por el flujo económico. Y, aun cuando haya
un ganador monetario, siempre queda una pregunta que hacerse: ¿cuántas vidas
equivalen a un dólar?
Gilberto Solorza González