En 1961, la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó a la morfina, un
medicamento opioide, dentro de su lista de medicamentos esenciales, esto obliga a
los gobiernos a garantizar su disponibilidad y acceso en todo momento y en todos
los niveles de atención médica. Por su parte, en el año 2016, la Secretaría de Salud
y la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios (COFEPRIS),
lanzaron la Estrategia Nacional de Cuidados Paliativos y Control del Dolor, para
facilitar el acceso y disponibilidad de la morfina y otros medicamentos opioides, con
la intención de satisfacer la demanda de los pacientes.
Pero ¿qué son los medicamentos opioides?, ¿para qué sirven?, ¿quién los
necesita? Son algunas dudas que vale la pena aclarar.
Se trata de fármacos que actúan en el sistema nervioso central y periférico,
bloqueando señales asociadas al dolor. Pueden ser naturales, como aquellos que
se fabrican a partir de las cápsulas de la planta de la amapola, de donde se extrae
el opio, como la morfina, o sintéticos, aquellos fabricados en un laboratorio, como el
fentanilo. En la práctica médica los clasificamos según su fuerza, opioides más
fuertes que la morfina, como la buprenorfina y el fentanilo o menos fuertes que la
morfina, como codeína y tramadol, este último quizá siendo el más comercial hoy
en día.
En términos generales, podemos señalar que pacientes con dolor crónico,
moderado a severo, asociado o no a cáncer, eventualmente pueden beneficiarse de
un tratamiento con opioides. Sin embargo, es crucial realizar una evaluación
constante y detallada del dolor, es frecuente que se requiera más de una consulta
para ajustar la dosis necesaria del medicamento y así aliviar por completo las
molestias del paciente.
Una vez encontrada la dosis terapéutica para nuestros pacientes y superada
la barrera de la accesibilidad y costos, pasamos a enfrentarnos a estigmas sociales,
discriminación y señalamientos y, aclaremos, los pacientes usuarios de
medicamentos opioides de forma prolongada podrán generar tolerancia al fármaco,
un estado adaptativo donde el cuerpo requiere de mayores cantidades del
medicamento para alcanzar el efecto deseado, sin embargo, esta tolerancia no está
mediada por mecanismo asociados a adicciones ni a dependencia. Precisar en el
uso de lenguaje nos permite desestigmatizar el consumo de medicamentos opioides
por pacientes que realmente lo necesitan, además mejorar la relación médico-
paciente-familia y de esta manera fortalecer el apego al tratamiento con la principal
intención de alcanzar la meta a la que aspiramos llegar: controlar el dolor crónico,
pues, considero, ninguna persona merece vivir con dolor. No olvidemos la
importancia de cuidar, aliviar y acompañar cuando curar no es posible.
-Octavio J. Hernández