AL FINAL, LA ESPERANZA ES LO ÚLTIMO QUE QUEDA

Durante los últimos dos años, hubo tan poca esperanza, que esta incluso casi desaparece. 

Con la llegada del COVID-19 a nuestras vidas, el confinamiento, la falta de interacción física, los malestares que provocaba la enfermedad, la crisis económica y peor aún, las millones de muertes, parecía que el mundo se iba a acabar, esto lo digo citando las palabras de reporteros, científicos, médicos, historiadores, familiares e incluso citandome a mi misma. El mundo entero estaba hecho un caos, no por primera vez, pero si después de mucho tiempo. 

Sin embargo, hoy en día, si bien aún no ha concluido la pandemia, esta ha cesado. Tristemente, como siempre, permanecen, se quedan y surgen nuevos problemas, como las guerras, la hambruna, la violencia, la mala economía, el calentamiento global, etc. 

Pero aún así creo que es un buen momento para reconocer que esta famosa frase una vez más, tuvo la razón, ya que hace apenas un par de días, la Ciudad de México y demás estados, retiraron el uso obligatorio de cubrebocas en espacios abiertos. Si alguien nos hubiese dicho esto en el invierno del 2021 o a principios del confinamiento, no lo hubiesemos creído. 

 Y justo ahí se encuentra la belleza de esta expresión, que sin duda alguna, ha pasado de boca en boca, de generación en generación; que se cita y menciona en diferentes países, idiomas, culturas, niveles sociales, entre académicos y no académicos, puesto que todos alguna vez la hemos escuchado o dicho, porque aunque es tan común y aún siendo muy antigua, al día de hoy, es lo primeto que citamos en situaciones díficiles, porque nos sigue dando ánimos y porque los humanos necesitamos creer en algo, así sea en esta simple oración, que de alguna manera nos calma bajo la promesa de la esperanza y de que todo va a estar bien.

Es por eso, bajo mi optimismo que hoy decidí contarles una historia mitológica, de la cuál deviene esta famosa y acertada, según como cada quién la interprete, frase.

Y es que la esperanza es algo tan escaso, que pareciera que, precisamente, está refundida en lo más recondito y profundo, por ejemplo, de una caja. 

PANDORA Y SU CAJA

Cuenta la leyenda que Prometeo, el titán y fiel amigo de los mortales, tras haber robado el fuego de los dioses para regalarlo a los hombres, fue reprendido por Zeus, quién le impuso por tamaña osadía un castigo de nombre Pandora. 

Pandora fue la primera mujer de la tierra y del agua, moldeada a imagen y semejanza de los mortales por Hefesto, el dios del fuego, quién fue ordenadó por Zeus después de que Prometeo, en contra de su voluntad, le otorgará el don del fuego a la humanidad.

El nombre Pandora significa “dones” e “todos” o también interpretado como “el regalo de todos”. La intención de Zeus al pedir su creación, fue utilizarla como un medio para castigar a Prometeo y a la humanidad, por haber adquirido el fuego. Zeus promete:

“Hijo de Jápeto [Prometeo], sobre todos hábil en tus tramas, te alegras por haberme robado el fuego y engañado mi mente – una gran pena para ti mismo y para los hombres que vendrán. A ellos daré a cambio un mal con el que todos se complacerán, abrazando su propio mal. (Los Trabajos y los Días, 54-59)”

Cada uno de los dioses del Olimpo proporcionó a Pandora una cualidad diferente, haciendo que tuviese una gran belleza, persuasión, habilidad manual y gracia.

Atenea le enseñó toda la bella artesanía y la vistió con mantos plateados, Afrodita le dio su gracia y los medios para provocar ardientes deseos, Apolo la música, Hermes le dio la elocuencia, “canina mentalidad y deshonesto carácter” y en su pecho “puso mentiras y fraudulentas palabras” (Los Trabajos y los Días, 67-68, 77-78). Como si eso no bastase, ella fue adornada con fina joyería por las Gracias, con magnífica corona dorada moldurada por Hefesto y con flores primaverales por las Horas. Finalmente, a Pandora se le dio una gran caja cerrada para llevar con ella a la tierra, esto bajo la advertencia de que no debía abrirla bajo ninguna circunstancia.

Finalmente Pandora descendió y se presentó ante Epimeteo, hermano de Prometeo. Ambos actuaban como benefactores de la humanidad, sin embargo, Epimeteo, a diferencia de su hermano, se representaba como alguien más descuidado o poco precavido, ya que su mismo nombre significa ‘el que reflexiona más tarde’ o literalmente ‘pensamiento posterior’.

Es a esto, a lo que se le puede atribuir su decisión de ignorar la promesa que le había hecho a su hermano, la cuál consistía en no aceptar jamás algún regalo de los dioses olímpicos, pues estos solían ser astutos y traicioneros. 

Sin embargo, Epimeteo, cautivado por la gran belleza y los múltiples dones de Pandora, la aceptó como su compañera,  junto con la caja que la acompañaba. 

Epimeteo podía ser algo descuidado, sin embargo, su intuición lo hizo preocuparse por lo que podía haber en la caja y decidió esconderla de Pandora en un lugar seguro. 

Con lo que Epimeteo no contaba era con la astucia de Pandora, finalmente ella había sido forjada por los dioses, por lo que no le fue díficil robar la llave de la caja a Epimeteo mientras este dormía. 

Finalmente, cumpliendo su destino, “la curiosidad fue más fuerte que Pandora y ella levantó la tapa de la caja con lo que liberó todos los males en el mundo.” Entre las desgracias se incluían enfermedades, vicios, laboriosa fatiga y la necesidad de trabajar para sustentarse.

Pandora, dándose cuenta de su error, rápidamente repuso la tapa de la caja, sin embargo, ya era demasiado tarde, puesto que todos los males habían terminado de salir, solamente una cosa permaneció dentro, atrapada en el fondo interior de la caja: la Esperanza. 

Es por esto, y deviene de dicha historia, la popular frase “la esperanza es lo último que queda.”

-María Fernanda Sánchez Moreno.

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