Hoy miles de infantes celebran el Día del Niño con juguetes, dulces y convivios, son llevados al parque, al cine, a la feria o por un helado mientras disfrutan de su infancia y gozan de la libertad que de forma inherente les pertenece.
Por otro lado, cuando terminé el día habrán cerca de 500 niñas y niños yéndose a la cama dentro de una prisión mexicana. No habrán recibido dulces ni juguetes, mucho menos habrán tenido la oportunidad de salir fuera del perímetro que los encapsula tras las rejas. Y esto no porque sean delincuentes, sino porque presuntamente sus madres infringieron la ley.
Así que en este artículo hablaremos acerca del sector más invisible del Sistema Penitenciario nacional: las niñas y niños que nacieron en las cárceles mientras sus madres estaban presas, quiénes llegaron con ellas al momento de ser asignadas a un centro de reinserción social, o bien, los que fueron procreados tras las rejas.
Los derechos humanos son interdependientes e indivisibles para todas y todos, incluyendo a los niños, a quiénes deben proteger como los seres humanos que son.
Entre los uniformes gris y blanco, destacan los pequeños retoños vestidos de vivos colores, y es que actualmente hay apróximadamente 436 niñas y niños de entre 0 y 3 años que viven dentro de centros penitenciarios del país.
Estos niños, que han nacido y crecido en la cárcel, están expuestos a un clima de violencia constante, por lo que a largo plazo sufren de “estrés tóxico” que les provoca desórdenes emocionales, dificultades en el aprendizaje, baja confianza y, en etapas como la adolescencia, consumo de sustancias y adopción de estilos de vida riesgosos.
Durante sus años de encierro carecen de asistencia médica, alimentación y educación, ya que la mayor parte de la manutención de estos menores corre a cargo de sus madres, quiénes deben trabajar dentro de las cárceles; otra proviene de donaciones de organizaciones y una mínima fracción, del gobierno.
Para lo grave que es, el tema ha sido poco explorado, eso dice mucho tanto del actual y mal estado de la situación, como del Sistema Penitenciario y del propio país.
No obstante, antes la situación era todavía peor. Antes del 2016, la normas para la reclusión de estos niños ni siquiera estaban asentadas. Fue hasta después de esa fecha, y de la presión de organismos como Reinserta, que surgió la Ley Nacional de Ejecución Penal, donde estas minorías ya estaban reguladas.
A partir de entonces quedó establecido que la edad máxima de permanencia de los niños con sus madres en prisión es de tres años, y se reconoció su derecho a la salud, alimentación, educación y su inclusión a Centros de Desarrollo Infantil (CENDI). Y aún mencionando este reciente “avance” no podemos olvidar a niños que anteriormente y por décadas, crecieron dentro de un penal, hasta incluso tener 12 años.
Creo firmemente que hoy, Día del Niño y de la Niña, le debemos un homenaje a aquellos menores olvidados, a quiénes literalmente su infancia les fue arrebatada detrás de paredes grises y bajo niveles de tristeza y violencia, que nisiquiera los adultos se acostumbran a soportar.
Lamentablemente, incluso después de la imposición que hubo sobre el rango de edades permitido dentro de los penales y la supervisión de los CENDI, no ha habido mejoras, puesto que, existen muy pocos CENDI en los reclusorios, por lo que el acceso infantil a la educación y al sano esparcimiento siguen sin estar garantizados. Muchos de estos niños pasan todo el día con sus madres, expuestos eventualmente a riñas, intentos de fugas y hasta motines, que ponen en riesgo su integridad.
Dulce Alcaraz, directora de un cárcel, asegura que incluso habiendo recortado su estancia en prisión, el tiempo que los niños pasan entre los muros y los celadores sigue siendo “demasiado”. “Los niños que hay aquí no saben hablar bien, solo han conocido a los hijos de otras reclusas y no conocen el exterior. Ni siquiera saben lo que es un árbol o un auto hasta que cumplen los tres años”, asegura.
Y este solo es el primer problema al que se enfrentan estos niños, ya que debido al estigma que viven las mujeres recluidas, la familia se enfada con ellas y deja de ir a verlas, los demás hijos terminan avergonzados y la mayoría de veces, sus parejas las suplen de manera casi inmediata. Es por esto, que en muchos casos, sus familias nisiquiera saben que tuvieron más hijos dentro de prisión, y en ocasiones al saberlo, les niegan todo tipo de ayuda, por lo que dichos menores al cumplir los 3 años y tener que alejarse de sus madres, terminan en centros familiares como el DIF y en casos extremos, incluso en la calle. Tristemente, casi no hay información sobre ellos, nadie se ha ocupado de censarlos, algunos nisiquiera fueron presentados ante un registro civil, y esto también los perjudica, los margina y va en contra de sus derechos fundamentales, según el estudio de Reinserta e Inmujeres.
Esto lleva a pensar que, entonces, el número ‘niños invisibles’ es mucho mayor del reportado, pues éste sólo toma en cuenta a los que viven en encierro. La cifra real se extiende mucho más allá de las rejas, donde no hay madres, donde las carencias pudieran ser incluso peores.
En este contexto en el que se encuentran los niños invisibles en las cárceles mexicanas, se revelan las deficiencias institucionales, falta de asignación presupuestal y humana para la atención de sus necesidades. Es una lástima que, aunque esté en la Constitución, las obligaciones del país para con ellos no se sigan y lleven a los niños a una mala calidad de vida.
Urgentemente, se debe poner más atención a esta problemática para proteger a los niños y niñas de una vida en la que son víctimas de las consecuencias de lo que presuntamente hicieron sus madres. Por otra parte, las reclusas piden que haya más sensibilidad y capacitación del personal policial y penitenciario para que sus hijos no tengan que ser testigos de esa constante violencia que, incluso, las mismas custodias emplean hacía con ellas.
Para terminar, hoy Día del Niño y de la Niña, nosotros le debemos a estos pequeños, un momento de reflexión, pero el gobierno y el país les deben su infancia entera.
Mientras existan cárceles pensadas solo para contar con reclusos, y se siga invisibilizando que también hay reclusas, serán bastante más de 500 los niños que sigan durmiendo todas las noches dentro de penales, pero, más allá, serán más de 500 los niños que verán cancelado su futuro por causas ajenas a su voluntad.
-María Fernanda Sánchez Moreno.